El día que una azafata de Ryanair me abrazó

Ataque de pánico a bordo de un Boeing 737

por Vero Boned

Actualizado el 16 octubre 2022

Había muchas cosas que podían suceder en un vuelo de Ryanair, pero recibir un abrazo de una azafata no estaba contemplado en el protocolo de actuación -ni tareas y obligaciones- de un auxiliar de vuelo. Ni tampoco tenían cabida en mi imaginación más alocada.

Yo solo quería llegar a casa.

Vuelo de Ryanair

Pero para entender el momento justo del abrazo empático, tengo que volver un poco el tiempo atrás.

Dicen que para ser feliz hay que tomar decisiones y yo las había tomado. Pero lo que es más complicado aún: había tomado acción. Había dado el primer paso para que el engranaje comenzara a funcionar y todo comenzara a moverse, reorganizarse, cambiar.

Dos semanas atrás había dado «EL» paso y lo que llevaba meses forjándose en mi mente salió por mi boca en forma de palabras trémulas y confusas una mañana fría, café en mano.

Esas palabras que ahora las recuerdo atropelladas y sin mucho orden ni coherencia sentenciaban el fin de un periodo en mi vida. Dejaba la zona de confort y me tiraba al vacío. El riesgo viene de la mano del miedo y cada una lo vive como sabe o puede.

El día que una azafata de Ryanair me abrazó

Estaba en Londres por trabajo y por placer, junto pero no revuelto. Al menos eso no fue lo que pasó. Cuando una decide ponerle fin a algo, sin importar lo que sea, se plantea si está haciendo lo correcto y aunque en lo más profundo una sepa e intuya que será para mejor, cerrar un capítulo precisa de un duelo. Y ni les cuento cuando estás cerrando varios capítulos a la vez.

Me entristecía que ese fuera mi último viaje de trabajo. Me entristecía saber que no compartiría nuevas «batallitas» con clientes y noches de ron con mis compañeros. Me entristecía que las posibilidades en mi mente, del tipo que todos tenemos cuando todo sigue igual, no fueran a ser una plausible opción algún día.

Pero también estaba Londres, la ciudad gris pero llena de color que me acobijó y abofeteó por partes iguales durante 4 años. Una ciudad en la que aprendí mucho y a quien le debo -y agradezco-, en parte, el caos que soy hoy.

El día que salía mi vuelo de regreso a Madrid yo estaba contenta. Me había reencontrado con una vieja amiga, había conocido a su primogénita, incluso había salido el sol. Ese sol traicionero que te engaña y te hace creer y sentir que Londres es habitable… pero en cuanto te mudas a la ciudad se esconde para no volver a asomar nunca más y te sume en un S.A.D. eterno.

Mi vuelo estaba programado para las 18h, pero los previsibles y recurrentes retrasos hicieron que fueran las 20h y yo todavía estuviera en tierra… inglesa. No tenía prisa y el café acompañado por un «cinamon danish» del Pret&Manger me hacía olvidar la demora.

Además, cuando el viaje es de regreso a casa y no tienes prisas puedes darte el lujo de disfrutar lo que de otra manera sería insufrible: la espera en la «tierra de nadie». Los aeropuertos son desalmados, fríos e impersonales y puedes notar cómo la gente se siente incómoda en ellos… es una especie de espejismo entre dos puntos: el de salida y el de llegada, el que sabes que abre la puerta a reencuentros, despedidas, viajes inolvidables, incertidumbres…

Todo se desencadenó muy rápido, cuando la aeronave con sus enormes alas miró de frente a la pista de despegue y como un toro furioso juntando energía para correr y embestir al torero, el capitán aceleró y soltó el frento… y siguió acelerando a la velocidad que se aceleraba mi corazón. No tenía miedo a estrellarnos o explotar en el aire. Tampoco tenía miedo a que se cayera el avión. Tenía miedo a morir EN el avión, durante el trayecto y sin motivo aparente.

El despegue, un momento increíble que siempre me generó un cosquilleo placentero, ahora me despertaba monstruos internos. Lo sentí llegar, despiadado y aterrorizador: en un avión no hay escapatoria.

Palpitaciones, boca seca y un terrible pánico a morir «asfixiada» en pleno vuelo me invadieron. Yo me estaba asfixiando y reconocía esos síntomas diabólicos y nefastos. Mi pensamiento sólo podía concentrarse en esos síntomas.

Es fácil, visto desde afuera, sugerir que «piense en otra cosa» pero ignorar los síntomas de un ataque de ansiedad (o pánico, como queráis llamarlo) es como querer ignorar el gigante elefante rosa parado en el salón de tu casa: imposible.

Miedo a volar, Ryanair

Sentí cómo empezaba a desvanecerme a la velocidad que el avión ascendía por los cielos y sin haber llegado a la altura de crucero extendí mi brazo hacia las azafatas y llegué a pronunciar las palabras mágicas: «me siento mal«.

Una de ellas, sin pensarlo dos veces se desabrochó el cinturón con la agilidad de quien lo hace decenas de veces al día y saltó de su asiento y se acercó hasta mi, que estaba en la segunda fila, y me preguntó qué me pasaba. Le dije, mientras temblaba como una hoja en el viento, que me iba a desmayar, que me faltaba el oxígeno, que tenía la boca seca…

Ella no me escuchó como quien está obligada a «oír». Ella me escuchó con toda su atención desde la mente y desde el corazón. Creo que sintió empatía. Creo que casi sin decirle nada ella lo sabía todo. Me dijo que respirara con calma que me traería agua (GRATIS… EN RYANAIR!). El vuelo aún estaba en la fase de ascenso.

El indicador de «cinturones abrochados» aún estaba encendido pero ella se movía como si estuviera en tierra firme. Buscó un vaso, una botella de agua, rellenó el vaso y me lo acercó. Me volvió a decir, sin alarmarse, que todo iba a estar bien. Me lo dijo con la firmeza de una sentencia, como si pudiera predecir el futuro y supiera que yo iba a sobrevivir a ese vuelo, a esa etapa en mi vida… a esas decisiones y duelos.

Cuando el avión alcanzó la altitud y velocidad de crucero y ya todos pudimos levantarnos de nuestros asientos, yo me mantuve sentada y concentrada en respirar para no ahogarme. Casi media hora después volví a sentir la furia del sofoco subiendo por mi tráquea. La taquicardia había vuelto. Yo iba a morir ahogada en un vuelo de Ryanair justo cuando había decidido cambiar mi vida. Me pareció patético. Me sentí frustrada. No era justo.

Dibujo de mujer sin poder contener las lágrimas

Hay emociones que por sí solas no tienen el poder ni la fuerza de derrumbarte por completo, pero cuando se juntan varias son imparables, imbatibles. La unión hace la fuerza en todos los sentidos.

Necesitaba más agua, por lo que me levanté para pedir una botellita y mientras la azafata de contextura menuda y ojos muy maquillados me servía otro vaso de agua me preguntó si me había pasado algo en Londres. Tragué saliva, di a entender que no con un ligero movimiento de cabeza, volví a tragar saliva… y me puse a llorar desconsoladamente.

La reacción espontánea de esa chica fue abrazarme fuerte, de corazón. Un abrazo de esos que reconfortan y que te sacan peso de encima. Un abrazo que no estaba en el protocolo. Un abrazo sin etiqueta de precio. Un abrazo generoso y empático que lo cambió todo. Ella me abrazó por más de un minuto. Quizá fue menos tiempo, quizá más. Pero fue justo lo que necesitaba. Yo no podía explicarle todos los cambios que se me venían encima, el miedo que tenía… los duelos por los que estaba pasando.

Pero ella simplemente me miro y volvió a decirme que todo estaría bien. Yo regresé al asiento e intenté pensar en todas las cosas que estaban pasando en mi vida… y principalmente estaba cerrando muchos capítulos juntos, a la vez, y mi cuerpo decidió lidiar con ellos de esa forma: ataques de pánico. Necesitaba llorar y necesitaba un abrazo.

Dos Teddy Bears abrazándose

El avión aterrizó sano y salvo en el aeropuerto de Barajas, Madrid, y yo sentí alivio (en tierra firme hay hospitales y muchos médicos). Sentí alivio también porque creo que en ese vuelo terminé de exorcizar mis miedos y mis dudas y que con ese abrazo se cerró el capítulo. En Barajas comenzaba uno nuevo y yo ya había superado lo peor.

Una decisión que cambió todo y un abrazo que me devolvió la esperanza. En Ryanair (-y gratis-).

Ilustración de una azafata frente a un avión

 
¿Has tenido alguna experiencia de pánico alguna vez? ¡Déjame tu comentario!

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15 comentarios

Núria de Sixsense Travel 27 de agosto de 2018 - 2:30 pm

¡me ha encantado como has contado una situación tan compleja y complicada! y como has sabido reflejar la necesidad del acompañamiento de otra persona en estos momentos. Yo soy psicóloga y además he pasado también por otras circunstancias algún que otro ataque de ansiedad y es indescriptible lo que se agradece tener a alguien que te apoye en el momento de crisis y sepa qué decirte y como ayudarte a tranquilizarte y volver a respirar normalmente.
un abrazo y de nuevo enhorabuena también por la valentía de contar una experiencia tan íntima.

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Sinmapa 28 de agosto de 2018 - 8:10 pm

Gracias, Nuria, por tus palabras. La verdad es que no es fácil viajar con ataques de ansiedad, pero si una se deja limitar por ellos… ¡no saldría de casa! Así que hago lo que puedo por seguir viajando y si necesito ayuda en viaje, la pido! jejej La azafata de Ryanair fue una genia… la verdad es que se portó de diez conmigo!

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Ruben Alonso 9 de diciembre de 2017 - 1:18 pm

¡Que bien escrito está! Que manera de narrar una emoción y un acto como un abrazo. Estpy descubriendo tu manera de escribir y me está gustando mucho, veo que los argentinos tenéis un don especial para narrar emociones… ¿seguro que Paulo Coelho no era gaucho?

Un abrazo virtual! :)

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Sinmapa 9 de diciembre de 2017 - 3:50 pm

Jajjajaja Ya quisiera Coelho ser Argentino! De mi tierra han salido otros grandes como Martin Caparrós, Bioy Casares, Sábato, Borges y un largo etcétera (y ya me gustaría a mi escribir al menos una frase de su nivel).
Y viste cómo siempre hay alguien en los aviones que le dan bola a las que entran en pánico? Ya sea con abrazos o con historias! :) Beso grande!

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Cynthia 1 de febrero de 2017 - 7:06 pm

¡Que bonito escribes! Y sin duda esa azafata con los cuidados y protección que te brindó fue el claro ejemplo de que los extraños que se cruzan en el camino son parte importante del viaje . No he tenido la oportunidad de visitar Londres pero la imagino así como la describes. Un saludo.

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Sinmapa 2 de febrero de 2017 - 3:00 pm

Gracias, Cynthia! La verdad que fue una muestra más de que existe mucha gente que está dispuesto a ayudar… hay mucha más gente buena, generosa y solidaria de lo que nos cuentan en los medios!

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Lorena - La Ratona Viajera 21 de enero de 2017 - 11:46 pm

¡Qué bueno! No es fácil que un «extraño» sepa leer en momentos tan complicados o sentimentales…Y mucho menos que te abrace así de repente y te de consuelo. Sin embargo, la vida te sorprende y Ryanair también jejeje con azafatas expontáneas con el complicado don de la empatía
El vuelo fue tu puerta de salida y de entrada a un nuevo capítulo de la vida.
Un besazo

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Sinmapa 22 de enero de 2017 - 6:32 pm

Si… esa chica me leyó y casi sin decir nada, sólo dos o tres frases y un abrazo me ayudó más que muchos durante ese momento! Una genia total!!! Beso grande!

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Liliana 30 de abril de 2021 - 8:52 pm

Hola soy Liliana y entre a buscar consejos para poder viajar y me encontré con tus palabras tan reales qué me llegaron al alma a tal punto que no puedo dejar de llorar. Tengo que viajar a ver a mi hijo que vive en España y hace años no veo, me nieta y mi marido me acompañan pero creo les voy arruinar el viaje . Tú descripción fue tan perfecta, nunca nadie me leyó el alma así, todos me entienden pero no saben cómo yo me siento por dentro. No sé si lo vas a leer, me hicieron muy bien tus palabras y ojalá me toque una azafata ángel como te toco a vos un abrazo a la distancia

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Vero Boned 1 de mayo de 2021 - 6:23 pm

Hola, Liliana. Muchísimas gracias por tomarte unos minutos para leer el artículo y para dejarme este bonito comentario. Si lo que te asusta es viajar en avión o tener algún ataque de ansiedad en el vuelo, busca algún tipo de ayuda para que no te resulte tan traumática la experiencia… yo ahora lo que hago es pedirle a la gente que está sentada a mi lado -las conozca o no- que me hablen y me distraigan en los primeros momentos jajaja ¡Eso suele funcionar! También tengo otras técnicas, como hacer sudokus, hacer cuentas matemáticas mentales o intentar recordar una canción. Te mando un abrazo muy muy fuerte y ojalá pudeas disfrutar de tu viaje a España.

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Yara 9 de enero de 2017 - 11:43 am

Que bonito Vero… podemos encontrar personas de corazón de las formas menos esperadas.
Me has hecho llorar cuando leía que tu lo hiciste…y es que me he sentido muy identificada con lo que escribes.
Cerré mi capítulo de 2 años en Iranda hace unos meses y en casa no entienden el duelo por el que estoy pasando y es muy dificil a veces…

Un saludo y gracias por compartir tanto en tan poquitas líneas.

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Sinmapa 9 de enero de 2017 - 4:55 pm

Ánimos, Yara con ese proceso de duelo tras el cambio. Tengo la certeza que los cambios siempre traen cosas buenas,aunque al principio den miedo y tengamos nuestras dudas! Suerte en el nuevo capítulo que comienzas!!! Fuerte abrazo.. tanto o más grande que el que la azafata me dio a mi! :)

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Yara 11 de enero de 2017 - 9:44 pm

Mil gracias!! :)

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tania beltre 8 de enero de 2017 - 6:39 pm

Que gesto tan hermoso, el ser humano es lo más precioso que existe, aunque muchos piensen lo contrario.

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Sinmapa 9 de enero de 2017 - 5:01 pm

Si, Tania… el gesto de esa chica me devolvió la fe en la humanidad! Pudo ver el CAOS mental y emocional que era y supo como consolarme y ayudarme… una genia total!!!

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