Actualizado el 24 agosto 2020 por Vero Boned
La zona alta de Dharmasala, mejor conocida conocida como McLeod Ganj, es la actual residencia del Dalai Lama, el líder espiritual del Tibet. Allí también se encuentra la mayor comunidad de tibetanos exiliados. Este puerto de montaña agarrado con fuerza a la ladera del sistema montañoso Himalaya es, en teoría, un prometedor refugio espiritual, en la práctica es diferente. Pero eso lo descubrí una vez allí.
Banderines tibetanos via Shutterstock
Cuando salí del curso de meditación Vipassana estaba muy sensible, muy emocional y más… “espiritual”. No sólo eso, me esperaban unas épocas convulsas -emocionalmente hablando- porque cuando estás de viaje, la navidad y el cambio de año te ponen reflexiva y hasta melancólica. Tenía que decidir bien el itinerario de mis siguientes semanas, para salvaguardarme de la faceta más caótica india y para darme espacio para digerir esos 10 días tan intensos de introspección.
El recorrido para favorecer ese “desarrollo interior” y hacer una transición lenta del “ostracismo” a la caótica Dehli (desde donde tomaba el vuelo de regreso a Madrid), estaba claro que tenía que ser a Rishikesh, la cuna del yoga; luego en la zona alta de Dharmasala que en hindi significa “casa de descanso para los peregrinos espirituales”; para terminar en Amritsar junto a su comunidad Sij en torno al templo dorado.
📍 Mas que el “triángulo de oro” turístico, necesitaba hacer el “triángulo espiritual”: Rishikesh, McLeod Ganj y Amritsar.
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De Rishikesh ya os he contado (pincha aquí para ver el post). Fue allí donde donde el ambiente relajado y las vibraciones yoguísticas de “paz y amor” me ayudaron a sobrevivir esos primeros días “en el mundo exterior”.
Allí también pasé la Navidad junto a unos compañeros del curso y compañeros de couchsurfing. Pero era hora de seguir camino, y el viaje a McLeod Ganj era largo: un bus hasta Haridwar, un bus nocturno hasta Dharamsala baja, y de allí otro bus hasta la zona alta, más conocida como McLeod Ganj. Un total de casi 18 horas y 3 buses.
Llegué a McLeod Ganj sobre las 4.30 o 5 de la madrugada y hacía un frío tajante. La ciudad, a los pies de los montes Dhauladar, estaba medio dormida, a excepción de algunos monjes que habían comenzado con sus rezos tibetanos y a repetir el mantra “Om Mani Padme Hum” que llegaba a mis oídos como un murmullo llenado el silencio.
Caminé unos pocos metros hasta la “Main Square” (plaza principal) que me sorprendió por lo pequeña que era. No debería llamarse “Plaza” y mucho menos “Plaza Principal”, sino cruce de calles. A secas.
Allí había un pequeño grupo de caza-turistas con legañas que esperaban para seducirnos con su oferta hotelera. Yo tenía una lista de sitios recomendados (con las 3 B: bueno, bonito y barato), pero era demasiado pronto para llamar a sus puertas. Así que decidí acercarme al único puesto abierto donde vendían chai para calentarme las manos y el cuerpo.
Imágenes de los exiliados tibetanos en el Museo del Tíbet
El tiempo pasa lento cuando esperas y hace frío, así que entre chai y chai me puse a charlar con los hombres que se acercaban a por su dosis matutina de infusión especiada. Uno de ellos me comentó que era dueño de un hotel y que me daba el mejor precio de toda la zona.
Como tenía tiempo y ya me había bebido 2 chais, decidí ir con él a ver su hotel. Estaba casi al final de una de las calles principales, bajando la ladera unos 300 escalones.
La habitación no estaba mal, tenía baño privado con agua caliente y desde el balcón unas vistas increíbles. El precio también parecía inmejorable y prometió darme un desayuno a esas horas inhóspitas. Así que me quedé.
Vistas desde mi balcón… lindo, ¿no?
Antes de continutar os quiero explicar la dicotomía Dharamsala-McLeod Ganj que puede generar confusión (sobre todo si queréis viajar por allí).
Rodeada por los Himalayas, Dharamsala es una ciudad en el norte de India, en el estado de Himachal Pradesh, dividida en dos zonas: la zona baja que es típica ciudad india –que es a donde la mayoría de buses provenientes de diferentes partes del país os dejarán-; y la zona alta –sobre los 1700msnm- conocida como McLeod Ganj –en honor a un antiguo gobernador inglés del Punjab- que es donde se concentra la mayor parte de población tibetana en el exilio.
McLeod Ganj se encuentra incrustada en una pared rocosa de la cordillera, rodeada por el sistema de los Himalaya, y muy cerca de la frontera con el Tibet.
Cuando en 1960 y presionado por la persecución religiosa y política del gobierno Chino en el Tibet el decimocuarto Dalai Lama, Tenzin Gyatso, abandona el país, el Primer Ministro Indio le permite establecer un gobierno en el exilio en la zona alta de Dharamsala.
Junto a -y tras- él, miles de tibetanos buscaron refugio en la ciudad, construyendo así la mayor comunidad de tibetanos fuera del Tibet. Es por ello que a McLeod Ganj se la llama cariñosamente –y con un deje de melancolía reflejado en la cara de sus habitantes- “pequeña Lhasa” (capital del Tibet).
El líder espiritual del lamaísmo –o budismo tibetano- tiene su residencia permanente allí, pegado al complejo Tsuglagkhang, conocido también como “el templo del Dalai Lama”, que es para los exiliados como el de Jokhang en Lhasa.
Este complejo es la piedra angular que mantiene vivo el Tibet en el corazón y en la cotideaneidad de sus habitantes. Es el bastión de las prácticas de rituales y enseñanzas del Budismo Tibetano. En el interior se encuentra el monasterio Namgyal, el templo Tsuglagkhang y el Museo Tibetano donde se narra a través de imágenes, escritos y un video-documental el sufrimiento y éxodo del pueblo tibetano.
También se puede ver dentro y fuera del museo imágenes del futuro Dalai Lama, un niño supestamente secuestrado por el gobierno chino –aún está desaparecido- para que nunca llegue a suceder al decimocuarto Dalai Lama.
En cuanto la ciudad despertó, salí a conocerla. Tenía esperanza de seguir mi viaje espiritual en “el techo del mundo”, junto al Dalai Lama y a los miles de monjes esparcidos en los más de 50 monasterios que hay en la zona. Pero no. Primero porque el Dalai Lama estaba de viaje y no regresaría en un mes.
Por otro lado porque Mcleod Ganj se ha convertido en los últimos años –y a consecuencia de la gran afluencia de turistas- en un gran centro comercial al aire libre: tiendas, bares, hoteles, mas tiendas, agencias de viaje, casas de cambio y aún más tiendas.
Todo gira en torno a la venta de toda clase de productos, muchos de ellos “tibetanos”. No había un “aire espiritual” en la zona, solo un montón de turistas apresurados por visitar los tres o cuatro puntos de interés turístico y los locales intentando vender todo y más.
Pero sería injusto decir que no se alimenta la espiritualidad y la cultura budista tibetana en esta zona.
El contraste llega cuando te asomas a los templos y ves a los monjes vestidos en sus túnicas de tonalidades rojizas rezando, o por la mañana escuchas los mantras budistas, o ves a las mujeres con sus típicos delantales a rayas preparando momos en la calle… y ahí te das cuenta que su lucha por mantener y perpetuar su cultura es fuerte.
Los carteles de “free Tibet” se mezclan con carteles de ofertas de tours por la zona, promociones de menús especiales de las decenas de restaurantes o de centros de… ¡tatuajes!
Me di cuenta que si quería seguir mi proceso de introspección debía acercarme más a la naturaleza y menos a las calles asediadas de tiendas y vendedores.
Pasé muchos momentos en el balcón de mi hotel paseando mi mirada por los picos nevados, di paseos por los bosques de cedros y pinos hasta las poblaciones hippies cercanas de Bhagsu y Dharmakot; o una caminata de poco más de un kilómetro hasta la iglesia anglicana St. John in the Wilderness, herencia del Raj Británico.
Es tan pequeño el pueblo que casi 3 o 4 veces al día pasaba por el templo que hace esquina en la “Plaza Principal” y donde siempre hay tibetanos de todas las edades haciendo girar las ruedas de plegaria, con el mantra “om mani padme hum”.
También pasé mucho tiempo charlando con sus habitantes. Conocí a una chica joven que trabajaba en una tienda de segunda mano que me contó que ella tuvo que dejar el Tíbet cuando tenía 6 años y, como sus padres no podían marcharse y dejar a sus hermanos pequeños atrás, ella se escapó con sus tíos, que ejercen ahora de padres.
Ella me contó su historia casi con lágrimas en los ojos y resignación por lo que no podía cambiar: su pasado. Pero también con la fortaleza que da la esperanza de que un día Tíbet sea libre de nuevo.
Todas sus plegarias, desde aquel fatídico año en el que tuvo que cruzar a India vía Nepal, jugándose la vida en el camino, eran dirigidas a la salud de su familia y a cumplir su gran sueño: reunirse con sus padres, con sus hermanos, regresar a su casa, a sus raíces… a su cultura original, y no a ese reflejo casi exacto en McLeod Ganj.
Como su caso, había cientos. Esa es la verdadera esencia de esta localidad y no esa fachada comercial que se ve en sus calles.
🔴 Datos interesantes y útiles
♣ Casi toda la ciudad es vegetariana (ohhh yeah!).
♣ No se puede fumar en espacios públicos, incluida la calle.
♣ Hay decenas de sitios donde realizar cursos de meditación, cocina, budismo, etc.
♣ Hay pocas vacas –en relación al resto de india- pero está lleno de monos y perros.
♣ Intenta evitar viajar en invierno, dado que las temperaturas son gélidas. La mejor época para ir es en verano.
♣ Además de su gran comunidad tibetana, hay una fuerte presencia de musulmanes procedentes de la zona de Cachemira
♣ Debes probar uno de los platos típicos tibetanos: los momos (especie de empanadillas hervidas o cocidas al vapor rellenas de verdura y queso). Se venden en la calle y son súper económicas.
♣ Si tu paladar se antoja de sabores occidentales o eres una golosa sin remedio -como yo- hay varios restaurantes para satisfacer tus gustos, pero te recomiendo el Nick Restaurant/Kunga GH que, aunque sea un poco caro, la comida es realmente deliciosa y tiene una terraza con vistas a los picos nevados para dejarte hipnotizada de por vida.
♣ Si quieres visitar Bhagsu y su psicodélico templo, no es necesario que cojas un tuktuk, puedes ir caminando por la montaña (relativamente terreno plano). Alli mismo puedes visitar la cascada de la zona, que se accede por un camino bien señalado.
♣ Para visitar Dharamkot debes caminar unos 35 minutos aproximadamente en un camino con una subida suave. Si prefieres ir en tuktuk puedes tomarlo en la plaza principal y te pedirán unas 70 rupias.
♣ Para ir a Dharamsala en tuktuk cuesta unas 150 rupias y en bus cerca de 15 rupias.
♣ Desde McLeod Ganj Puedes ir a Amritsar en un bus que sale a las 5am y cuesta 240 rupias. Llegarás sobre las 11.30am o 12pm.
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8 comentarios
Gracias por tu blog bien montado y súper completo.
Fui a muchos sitios que citas y me parece muy real tus comentarios
Gracias
Con gana de volver a la India,,,
Muchísimas gracias, Michel.
Yo también estoy deseando poder regresar a India… ojalá se puedan retomar esos viajes pronto!! Un saludo,
Hola, puedes ir de Mcleaod directo a Rishikesh? O debes necesarias volver a Amritsar? Me gustaría llegar a Amritsar, de ahi ir a McLeod, luego a Rishikesh y de ahí a Dehli.
Es posible?
Gracias!!!!!
Daniela
PD: amo tu blog, es muy interesante, bien escrito e informativo.
Hola, Daniela! Hasta donde yo tengo entendido no hay bus directo desde McLeod Ganj a Rishikesh. Yo me tomé un bus desde Rishikesh a Dheradun y de aí bus a McLeod Gang (unas 12 o 13 horas de viaje).
Gracias!!!
Estuvimos los dos en ese triángulo mágico, en momentos diferentes…
¡A mí me encantó esa zona de India! Aunque es verdad lo que dices que está un poco masificado, yo sí sentí la magia y la vibra espiritual. Aprendí mucho sobre la cultura tibetana y descubrí que, ¡es un pueblo muy majo y pacífico!
Yo hice Vipassana después de ir a Dharamshala, en Jaipur y me tuve que refugiar el primer día porque eran demasiados estímulos para los sentidos jajaja ¿En qué año estuviste? porque yo también estuve por Navidad 😀
¡Un saludo!
Alba!!! Pues estuve a finales de 2015 y principios de este año!!! De hecho pasé noche vieja en McLeod Ganj!!! 🙂 Regresé a España desde India a mediados o finales de enero de 2016!!!