Actualizado el 18 diciembre 2020
Es cerca de la medianoche, hace frío y estoy cansada. Llevo sentada en un banco de la terminal de autobuses de Hospete más de 3 horas. Tras preguntar unas cuantas veces me dan la noticia que tanto me temía: “se cancelan todos los autobuses privados de Hospete a Mysore”. Con la promesa aún en mente de quedar encandilada por un palacio que recordaba a aquellos descritos en los versos de “Las mil y una noches”, acepté a regañadientes pasar la noche subida a un autobús local y destartalado, con ventanas rotas y sin amortiguadores.
Agarrándome con una fuerza demencial al asiento y a un caño que tenía cerca y envuelta en una manta pasé la noche dando botes entre más de 60 pasajeros indios que hacían el mismo recorrido que yo, pero con más experiencia en eso de dormir en una coctelera sobre ruedas.
Es en esos momentos de incomodidad, agotamiento y desgaste en el que una se pregunta ¿valdrá la pena recorrer todo este camino por un palacio?
Sobre las 7 de la mañana y sin casi haber pegado ojo llegué junto a Cris, mi compañera de viaje durante esos días, a la segunda ciudad más grande del estado indio de Karnataka.
Con la confusión de quién no sabe en qué punto del mapa urbano se encuentra -ni qué día es-y con unas ganas locas de beber un café decidimos no salir de la terminal hasta que nuestra conciencia volviera a nosotras.
Café, luego existo es el mantra de mi organismo. Nuestra misión era simple: desayunar, buscar un hotel BBB (bueno, bonito y barato en la jerga mochilera) y salir en búsqueda del tan alabado Palacio de Mysore.
Mysore debe su nombre al demonio Mahisha (el de la imagen de aquí arriba) que, según la mitología hinduista, gobernó la ciudad hasta ser asesinado por la diosa Chamundeshwari –por lo que le erigieron a ella un templo actualmente muy concurrido en la cima de la colina Chamundi.
Durante el dominio del demonio la ciudad era conocida como “Mahishüru” que significa “morada de Mahisha» y devino, poco a poco, en Mysuru –o Mysore.
Hasta 1947 la ciudad fue la capital del reino de Mysore gobernado –principalmente y a excepción de un corto periodo- por la dinastía Wodeyar, cuyos miembros inculcaron el valor de las artes y ayudaron a posicionar la ciudad como la capital cultural de Karnataka.
Los maharajás (de su voz sánscrita que significa “emperador”) hacían alarde de su poder a través de la ostentación económica, viviendo una vida lujosa y fastuosa. Dicha opulencia quedó reflejada en el palacio real “Amba Vilas” –conocido hoy como Palacio Mysore-, morada de los maharajás.
Media hora de caminata por la ciudad con la única –e imprecisa- indicación de otro mochilero sobre una zona con hostales económicos “cerca de la torre del reloj”, deambulamos hasta que encontramos un hostal relativamente decente, nos dimos una ducha rápida y salimos a buscar nuestro tesoro del día: el palacio real.
Desde fuera, la construcción de piedra de tres pisos que data de 1912 y que el 24 rajá (emperador o rey) Wadiyar ordenó eregir en el mismo sitio donde en 1897 el viejo palacio de madera se incendió, ya impresiona, principalmente por su tamaño, sus cúpulas de mármol rojizas y las torres de 45 metros de altura.
Como toda construcción inmensa, tiene varias entradas y nosotras tuvimos que circunvalar todo el palacio hasta llegar a la entrada norte, que es la que actualmente está abierta para el acceso de los turistas.
El palacio, que tardaron 15 años en construir, está ubicado dentro de una zona amurallada en la cual se encuentran, además, algunos templos hindúes, algunos jardines y otras pequeñas edificaciones “civiles”.
La entrada para los turistas es de 200 rupias (2,70€) y para los indios 20 rupias, aunque me pareció un poco descarado que cobren un precio tan desproporcionado, quedó todo “olvidado” al incluir una audioguía en el precio y recordar que 200 rupias no llegan a ser 3€. Lo único malo es que no puedes tomar fotografías dentro del palacio, así que intentaré describirles un poco lo que he visto.
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Según comenta la grabación de la audioguía, el palacio fue diseñado por el arquitecto inglés Henry Iwrin. La arquitectura del palacio se la conoce como “indo-saracénico”, que aunque no sé muy bien lo que significa, queda claro que es un retal del arte Indio, musulmán, Rajput e incluso gótico.
Tras un grupo de unos 60 escolares de no más de 8 años y antes de un grupo grande de adolescentes indios entramos Cris y yo al Palacio… y ya su primer pabellón, el de “las muñecas” (Gombe Thotti) te traslada a una época no muy lejana y a un estilo de vida muy por encima de las posiblidadades de la mayoría de los indios.
Pensado originalmente para exponer las muñecas de porcelana durante el festival de Dussehra, actualmente allí exponen parte de la colección privada de muñecas del Maharajá -todas de los años ’20- así como todos los presentes que diferentes actores importantes de la política nacional e internacional regalaban al Rajá al visitarle o en fechas señaladas.

Pabellón de las Muñecas – Foto: Official Website of Mysore Palace
Siguiendo el camino indicado por carteles, flehas y un grueso cordón que sirve de guía y al mismo tiempo barrera, dejamos atrás el pabellón y llegamos a la puerta principal del palacio, llamada la “puerta del elefante”, decorada con el símbolo de Mysore: un águila real con dos cabezas.

Orientada hacia el este, la puerta del elefante era por la que el Maharajá entraba o salía durante las ceremonias – Foto: Official Website of Mysore Palace
Luego pasamos por diferentes estancias que rodeaban un patio interior magnífico presidido por dos esculturas en bronce de leopardos embravecidos que muestran los dientes a los pies de una de las escaleras. Según la información proporcionada en la audioguía, este patio interno servía para combates de lucha libre, del que el último Maharajá era muy aficionado.
En otras salas encontramos, por ejemplo, una espectacular “howdah” que es la plataforma en la que se lleva a los rajá a lomos de los elefantes, que está relizada en madera y recubierta en más de 80kg de oro.
Una de las salas más imponentes, que más me ha gustado y que realmente denotaba el poderío del rajá es el “Kalyana Mantapa” o el pabellón de “bodas” con pilares de hierro fundido de Escocia, candelabros de República Checa, azulejos Ingleses, suelos italianos e infinidad de piedras preciosas y semi preciosas.

Sala de matrimonio – Donde se festejaban bodas y fiestas reales. Foto: Official Website of Mysore Palace
Luego atravesamos el pabellón de los retratos, con decenas de pinturas de la familia real, y otra de las zonas más llamativas y ostentosas es el «Hall público Durbar»:

Hall público Durbar – Foto: Official Website of Mysore Palace
Y el Maharajá también disponía dentro del palacio una zona privada y reservada para él y sus asesores más cercanos, en la llamada: «Durbar Privada»

Durbar Privada Foto: Thehindu.com

Trono del Maharajá – Durbar Privada – Foto: Mysorepalace.gov.in
Yo, personalmente, quedé encandilada con la majestuosidad del palacio, aunque me haya generado sentimientos encontrados… porque en realidad es otro ejemplo de una desigualdad social y económica que aún se perpetúa en India y en el mundo.
Al terminar de recorrer el palacio me percaté que sólo se trataba de una parte ínfima del mismo, y que si quería acceder al “ala residencial” debía hacer otra cola y abonar más rupias… y no entré. Recorrí los jardines del palacio, visitamos algunos de los templos hinduistas y observé, con impotencia, cómo decenas de turistas esperaban para subirse a lomo de un pobre elefante o un camello para dar una vuelta. Ya pasado el medio día Cris y yo nos fuimos a almorzar y a conocer el resto de la ciudad, pero eso es ya para otro artículo.
Si me preguntáis si vale la pena hacerse todo un viaje desde donde sea que estéis en India para ir a Mysore la respuesta es si. La fusión de estilos arquitectónico y la suma de objetos acumulados tras años de la dinastía logra el cometido: encandilar al visitante con la exuberancia y abundancia.Y aprovechando que ya estáis en el estado de Karnataka no os perdáis Hampi y las playas de Gokarna.
PD: Si tienes pensado visitar Mysore, intenta cuadrarlo con un día domingo o festivo ya que a las 29h encienden más de 95.000 bombillas y el espectáculo es realmente mágico.
Si quieres más información puedes entrar en la web oficial del Palacio de Mysore.
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